Muerte, muerte, muerte y más muerte, Todo pueblo es cicatriz rezuma horror y crimen donde Hiram Ruvalcaba relata la desoladora mortífera vida en un barrio mexicano llamado Tlayolan (Ciudad Guzmán – Jalisco).
No. Perdonar y recordar. Perdonar y vivir la vida que nos dejaron. Perdonar y buscar justicia. Pero la justicia nada tiene que ver con el odio o la venganza. No, señor. La justicia es lo que viene después del perdón.
TODO PUEBLO ES CICATRIZ
La angustia y el terror aparecen golpeando fuerte al lector en las primeras líneas de esta novela, esto va a ser la tónica predominante de la lectura por lo que el ejercicio de compasión del visitante es exigente constantemente.
…, cuando somos tan felices que olvidamos que la felicidad es un privilegio que caduca pronto.
Si no vivimos en una zona de conflicto armado (congratulémonos) es difícil empatizar al cien por cien con aquellos que lo sufren, por mucho que lo veamos en los telediarios y leamos en prensa. El miedo de escuchar disparos o explosiones en la noche cerca de tu hogar, mientras duermes, tiene que ser demoledor. Imaginémonos, además, como lo pueden padecer los niños. Se me hace un nudo en todo el cuerpo y así es como he pasado gran parte de esta obra.
“El símbolo de que la violencia nos sobrevuela como un ánima, buscando el momento para estrellarse en un rincón de nuestra vida, tan secreto y profundo que no podemos identificarlo hasta que ya es demasiado tarde.”
Harim nos confiesa en los prolegómenos que todo lo que aquí está escrito es mentira menos lo que es verdad. Pues vaya casualidad que el protagonista de Todo pueblo es cicatriz se llame Harim Ruvalcaba. Y es que esta novela parte de la memoria y vivencias del propio autor.
Madurar no es más que ser conscientes de nuestras cicatrices. El tiempo es la cicatriz más grande.
El escritor mexicano divide su novela en capítulos como puntos cardinales saltando en la línea del tiempo (1996, 2000 y 2005) en cada uno de ellos, con un denominador común: la muerte.
“…, cuando somos tan felices que olvidamos que la felicidad es un privilegio que caduca pronto.”
Perder la vida en esas latitudes está a la orden del día pues si logras escapar de las bandas del crimen organizado te puede estar esperando la violencia intrafamiliar. O el bullying. Qué sufrimiento. Probablemente eso que proclama Buda del desapego no sea una mala estrategia como preparación para el fallecimiento repentino de tus seres más queridos. Me aterroriza cómo Ruvalcaba muestra la heridas más sangrientas de esa comunidad pero además de la manera tan normalizada que lo hace. Entiéndase bien, no es que normalice asesinatos, es que lo traslada al lector de una manera que parece que los habitantes de la zona se tengan que conformar y vivir con ello como el que ve llover.
“Madurar no es más que ser conscientes de nuestras cicatrices. El tiempo es la cicatriz más grande.”
La ópera prima de Ruvalcaba es una autoficción muy digna de compatriotas y colegas dados al gótico sureño. En Todo pueblo es cicatriz no hay momento para el respiro, la poética prosa de Hiram te engancha de tal manera que pierdes el norte en tres sucesos espantosos. Sorprende, y hasta ruboriza por lo fácil que parece que lo hace, el dominio que el escritor tiene sobre el ritmo de la obra, controla con inteligencia los puntos álgidos de la narración así como los momentos de calma, además que lo hace con un repertorio descriptivo con mucho talento, así también toda y cada una de las metáforas que utiliza.
Esta novela perdurará por el tiempo en mi memoria.

