Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) nos adentra en su tierra natal sirviéndose de Los extraños, una obra protagonizada por una pareja aislada: Jon y Katharina. Estos personajes, alojados en un inmueble familiar, experimentan dos sucesos misteriosos; por un lado, el avistamiento de unos objetos voladores no identificados y, por otro, la llegada de unos seres aparentemente cercanos.
LOS EXTRAÑOS
Tan excepcionales son los ovnis como la visita de Markel y Virginia. El mundo cotidiano —y aburrido— de quienes protagonizan este relato se ve perturbado por la presencia de unos objetos en el cielo y unos humanos un tanto inquietantes. Estos hechos rompen y enriquecen una rutina: se trata de una historia que promete mantenernos en vilo sin apenas motivos.
Bilbao construye un mundo que deambula entre lo real y lo esencialmente ficticio. Trata la incomunicación de un amor en declive y la convivencia con lo desconocido. El escritor consigue crear una atmósfera angustiosa que recuerda a aquellos escenarios cinematográficos plasmados en Mother! por Aronofsky. De hecho, también la maternidad o el deseo vinculado a la misma está muy presente en esta obra.
LO QUE PRETENDE EL ESCRITOR Y LO QUE ESPERA EL LECTOR
Si como lectores queremos sumergirnos en una narración clásica, con sus particulares coherencias e hilos conductores carentes de sinsentidos, no lograremos sumergirnos en la historia. Jon Bilbao no parece desear introducirse en la narrativa corriente u ordinaria; muy al contrario, aparenta una indiferencia total hacia lo usual en el ámbito literario. El escritor aborda un tema —o varios— prescindiendo de lo probable o verosímil. Tampoco puede englobarse, como algunos pueden pensar, en un género previamente etiquetado.
EL AUTOR
En la editorial Impedimenta ha publicado con anterioridad el volumen de relatos Estrómboli (2016), el tríptico El silencio y los crujidos (2018) y Basilisco (2020), ganadora del Premio de las Librerías de Navarra. Es ingeniero de minas y licenciado en Filología Inglesa. Actualmente reside en Bilbao y trabaja como traductor. Jon opina que no hacen falta 400 páginas para contar historias, lo cual denota cierto decoro hacia el lector: no robarle demasiadas horas.
Roser Ribas

