David Goodis estuvo allí. Estuvo en cualquier sórdido rincón de La luna en el arroyo y estuvo también en muchos otros que no muestra en la novela. Un escritor que tuvo que dejarlo todo para cuidar de su hermano esquizofrénico para más tarde perder la vida en un hospital psiquiátrico a causa de un ictus (algo no claro a día de hoy pues hay informaciones que dicen que sufrió un intento de robo con exceso de violencia que pudo ocasionarle la muerte).
LA LUNA EN EL ARROYO
Con la premisa del hipotético suicidio de la hermana pequeña de Kerrigan, Catherine, Goodis retrata la calle Vernon y su deprimente entorno. Esa fotografía digna de una atmósfera en blanco y negro de los bajos fondos de Nueva York. Esas eternas secuencias que hemos visto en clásicos del cine negro, pues no más lejos de la realidad que nos llega a través de la ficción de David Goodis. Para cualquier amante de la época tenemos ante nosotros un auténtico relato de cómo se las tenía que ver el escalón más bajo del momento.
Setenta años después de su publicación, podemos inmiscuirnos en la vida deplorable de William Kerrigan: un estibador que dedica su jornada laboral a acarrear con pesadas cajas en los muelles del río. No solo Kerrigan es un perdedor, también lo son casi todos los personajes que se arrastran por la novela, ya sean masculinos como femeninos. Podríamos comprender a William como alter ego de Goodis, el escritor llevaba una vida miserable y sin rumbo dejando mucho que desear tanto por su deplorable vestimenta como por sus dudosos hábitos y vicios callejeros.
Asomándonos por la ventana que nos abre Goodis podemos reconocer retazos tanto de La Dalia Negra como de Perdición. Todo sabe y huele a putrefacción social.
UN CLÁSICO DE LOS CLÁSICOS
La luna en el arroyo es una propuesta ideal para todo lector fanático del cine negro americano de la época. Pubs cargados de almas sin pena, amores prohibidos… Son algunos de los ingredientes que conforman el imaginario del autor, o de su realismo sucio. Escritores como el de Philadelphia no necesitan generar angustia en sus tramas para enganchar al lector; de hecho, no encontraremos atisbos de esa intención pues su propia y genuina narrativa —relatando un día cualquiera de sus personajes— es más que suficiente para crear expectativa.
<<Hay más de un asqueroso viviendo en este vertedero, más de un drogadicto y un bebedor de alcoholado y toda clase de pervertidos . Podría haber sido cualquiera de ellos, y quizá nunca sepas realmente quién fue>>.
La luna en el arroyo es todo un referente en los inicios del noir en los EEUU, una obra que fue resurgida por el culto al noire de los franceses. David Goodis es considerado uno de los escritores canónicos del género junto a Hammet y Chandler. Sin llegar a comprenderse cómo permanecen en el olvido estas obras de tanta importancia, probablemente sea porque no es libro que se venda (desgraciadamente) y lo que manda es la demanda. De hecho David Goodis fue durante años autor que albergaba la Serie Negra de RBA, la antigua y añorada Serie Negra de RBA.
Haceos con este libro y no perdáis detalle (además) del prólogo a cuatro manos de Àlex Martín Escribà y Jordi Canal (un prólogo a cuatro manos!!! Solo podían hacerlo ellos).
Querido amigo, no vas a salir igual que entraste a esta lectura, La luna en el arroyo cobrará un peaje en tu memoria.