Allá por 1993, Mark Richard (Lake Charles, Louisiana, Estados Unidos, 1955) puso en negro sobre blanco su primera novela Niño Pez, una obra tan espeluznante como surrealista sobre unas historias que bien podrían haber sido las suyas. Cual Niño Pez. Richard nació con una deformidad en las caderas que le llevó a pasar gran parte de su infancia en hospitales para niños tullidos. Creció en el seno de una familia pobre y su padre les abandonó.
La publicación número 27 de Dirty Works no es una lectura baladí, exige de una atención suprema por parte del lector. El escritor estadounidense nos aboca a unos mundos alejados de nuestra zona de confort, pues demandan una amplitud de miras que se encuentra fuera de lo común y lo habitual. No solo por su exquisito y amplio lenguaje (traducción a cargo de Tomás Cobos), sino también por la imaginación y originalidad que desborda en cada una de sus páginas.
NIÑO PEZ
Nuestro pequeño y escuálido protagonista no es otro que un niño abandonado por sus padres. Un joven obligado a sobrevivir con sus medios en un bosque salvaje, dejándose arrastrar por la atracción que le supone el mar. En ese trayecto paladearemos, sin demora, el estilo de Richard: entorno grotesco pincelado con unas sórdidas descripciones a las que, probablemente, no estemos acostumbrados. A ciencia cierta, la influencia de Faulkner —y alguno de sus más acérrimos discípulos— tuvieron mucho que ver.
Niño Pez aguarda en una caja de cartón la llegada de un barco al que emigrar. Su vida como alimaña humana tiene los días contados, ya sea por sus necesidades primarias como por la amenaza mortal de la negra Gran Magine. Pulular entre vísceras de pescados putrefactos es lo que le mantiene en vida. Hasta que un hombre-monstruo-espectro llamado John aparece de las aguas y arrasa con lo poco que tiene.
UN BARCO FANTASMAL
Dejaremos a los lectores que descubran por ellos mismos los entresijos de la andadura del Niño Pez hasta embarcarse en una dantesca aventura dentro de un barco plagado de frikis, por llamarles de alguna manera. Un timonel sin piel, acompañado de personajes lastrados por una niñez terrorífica, que un navío se ha encargado de reunir como si se tratase del camarote de los hermanos Marx. Quizás, Gore Verbinski (director de la originaria Piratas del Caribe) bebió de las fuentes de Mark Richard.
«Eiphey le preguntó a John si seguía pescando con el señor Watt y John le contestó que si se podía llamar barco pesquero a un hatajo de criminales, mutantes, idiotas, bichos raros y asesinos, entonces sí, así era.» (página 69)
En Niño Pez vamos a navegar junto a cadáveres impertérritos. Esta es una novela grotesca y a la vez sangrienta. Permaneceremos caminando en ese fino hilo que separa el mundo real del surrealismo, perdiendo por muchos momentos la certeza de en cual de ellos nos encontramos. Una travesía enmarañada entre kilómetros de redes de arrastre, las mismas a las que nos veremos atrapados en nuestra lectura.

