Tras Empezamos por el final (2022) Chris Whitaker ha vuelto a la palestra literaria con su nuevo thriller Todos los colores de la oscuridad (Editorial Salamandra). Tres años en tener lista una extensa novela como extensa en la historia que en ella alberga. Un periodo donde el mismo autor justifica en el apartado de agradecimientos.
Voy a ir directamente al grano en cuanto a lo que me he encontrado y cómo he salido del libro. Chris Whitaker me encantó con su anterior obra, y no solo a mí pues fue protagonista en una lectura conjunta en el Club de lectura que disfrutábamos en la librería Cultura2. Whitaker había llegado para quedarse y permanecer en nuestras estanterías entrega tras entrega. Quizás no esté yendo precisamente al grano y es que quizás me estoy dejando contagiar por el «rollo» que se ha traído el escritor londinense en la localidad de Monta Clare (Missouri).
TODOS LOS COLORES DE LA OSCURIDAD
Entramos en esta gran historia allá por 1975, donde en dicho municipio conocemos a un grupo de chavales de unos 13 años. Entre todos ellos asoman con protagonismo en estas páginas Joseph «Patch» Macauley y su mejor amiga Saint Brown.
La puesta en escena de todo ello y la manera de situar al lector es soberbia, tenemos ante nosotros la construcción de dos pequeños pero grandes personajes. Patch es un niño tuerto apasionado de los piratas, esa mezcla y algún ingrediente más hace que el jovenzuelo sea apartado de la sociedad que le rodea, en especial de sus propios compañeros. Al lado de Patch encontramos a “la guardiana de la colmena” Saint. He disfrutado conociendo a ambos, y a su vez acompañándoles en los capítulos iniciales.
Un día cualquiera Patch desaparece sin dejar rastro. Este es el inicio de una gran búsqueda capitaneada por la incansable Saint. El secuestro de Patch sucede con la desaparición simultánea de varias jóvenes más. Ya tenemos thriller de manual.
Detesto leer las sinopsis, en esta en concreto nos comemos un spoiler de órdago que nos puede privar de descubrir secuencias por nosotros mismos. Solo el apunte de la resolución del secuestro de Patch y la presencia de Grace destroza nuestra lectura. Menos mal que en esta ocasión tampoco le di la vuelta al libro para leer dicha sinopsis.
UNA BÚSQUEDA SIN FIN
Todos los colores de la oscuridad vive su punto álgido en el primer tercio de la lectura. En esta parte del libro podemos disfrutar de la paleta de colores del autor, el cual utiliza todos de los que dispone y lo hace con maestría. Un auténtico lujo poder imaginar tiempos mejores como si de colores se tratara y además con una prosa dulce y envolvente. En ese tercio mi valoración era máxima. Y luego… todo se fue al garete. Vamos Sr. Whitaker, menudo tortazo me he llevado cuando página a página no salía de mi estupor viendo cómo esos idílicos colores se difuminaban y acababan mutando en grises que se dispersaban como la niebla.
El tono que igualmente predomina durante toda la novela es el de la desestructuración familiar y el de la violencia, así como la del amor eterno. Mensajes que calan hondo al ser abordados por el autor en multitud de perspectivas y matices.
Lo que empezó como una búsqueda desgarradora se convirtió en una búsqueda aburrida y monótona. No entiendo el sentido. Saint es una preadolescente luchadora que defiende el amor y la amistad por encima de todo, una niña que se convierte en mujer sin apenas razón de existir más allá de perseguir una sombra inextistente. Excepto, claro está, si el autor y padre de la novela le da un giro final para que «sea feliz y coma perdiz».
En cierto momento los personajes dejan de evolucionar (y no será por falta de correr años hacia adelante y de recorrer medio país), de crecer, entramos en el día de la marmota y ni tan siquiera conocer el desenlace final ha mantenido mi total atención. Porque menudo final…
Se me cae el alma lectora a los pies porque no me esperaba esta gran decepción. Podría haber sido una de las mejores lecturas del año…